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El niño que nunca fue: Rafael Uribe Noguera

El niño que nunca fue: Rafael Uribe Noguera

No hay palabras que describan el horror de la monstruosidad cometida por Rafael Uribe Noguera. Cualquier intento de entender sus acciones termina estrellándose contra un muro emocional de rechazo y repulsión, completamente infranqueable. Dicen los expertos que esos crímenes salvajes y atroces son el fin de una secuencia de eventos crueles, que se van agravando a medida que se cometen. Cada paso desinhibe un poco más al criminal y lo libera de sus ataduras sociales. Finalmente el monstruo se desborda en un acto de salvajismo total. El escalamiento, sin embargo, deja huellas. ¿Por qué nadie las vio?

Los colombianos, olvidando estúpidamente nuestra infancia y juventud, creemos que los niños son buenos y que el proceso educativo debe mantener su pureza para que se conviertan en adultos sanos. En Colombia el ideal de un adulto sano es un niño grande. Pero los niños maduran y se convierten en otra cosa. La educación debería tener como objetivo la probidad del adulto y no la felicidad del niño.

Nuestra sociedad elimina las contrariedades en la educación por que dañan la felicidad del niño. Obviamente vive más contento un niño divirtiéndose que recibiendo sermones y regaños. Pero un niño que no conoce límites y que tiene derecho a tomar en secreto sus propias decisiones, ¿En qué puede llegar a convertirse?.

La esencia del adulto es el resultado de la impronta que le han dejado todas las experiencias que ha vivido, especialmente durante la infancia y la primera juventud. Y si el niño se equivoca al escoger sus experiencias puede abrirle las puertas a esa bestia milenaria que mora dentro de nosotros. El niño debe aprender a mantenerla encerrada a toda costa, para que no lo domine cuando sea adulto. Para que no termine matando a golpes a su rival, como parece ser que le pasó a Luis Andrés Colmenares. Por esa razón debe haber normas sobre el comportamiento de los niños, y si un niño las transgrede deben dispararse todas las alarmas del sistema educativo. Desafortunadamente en los colegios los padres de familia son jueces y parte al tener el poder de influenciar las decisiones de los profesores a través de las juntas de padres de familia.

Rafael Uribe Noguera fue un niño también, considerado bueno y puro por su colegio (el mío también) y por su familia; y no lo era. Su comportamiento extraño y asocial fue catalogado por compañeros, familiares y profesores como una muestra de excentricidad. Al fin de cuentas, como dicen estúpidamente los expertos en educación que nunca han dictado clase (como los padres de familia), "Nadie tiene derecho a juzgar a otro", o "Cada quién tiene derecho a tener su propia verdad". En otras palabras, cada niño tiene el derecho a hacer de si mismo lo que quiera, como el niño que fue Rafael Uribe.

Me queda la duda de si en estos casos se puede enseñar al niño a controlar los impulsos que, liberados, lo llevarían en su madurez a convertirse en un monstruo. No soy sicólogo pero creo que al niño se le debe enseñar que hay cosas malas dentro de él esperando salir a flote, y que debe controlar. Hay que enseñarle que hay comportamientos que son despreciados y castigados por la sociedad. Tal vez así Rafael Uribe hubiera podido controlar al monstruo. No hubiera sido un niño libre y feliz, pero no sería el monstruo despreciable que es hoy en día; y lo que es muchísimo más importante que su felicidad: Yuliana no hubiera padecido la muerte espantosa que le dio.

No podemos permitir que los niños sigan decidiendo lo que serán los adultos del mañana.

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